QUE HUBO MARICA
Qué barbaridad, cómo están de equivocados esos programas humorísticos de radio donde los personajes bogotanos saludan diciendo "¡Ala, chinazo!"
La arqueología saludística revela que padecen un atraso de tres o cuatro generaciones. Hace por lo menos sesenta años, desde que se quemó el tranvía, que ningún bogotano con existencia real se dirige a un interlocutor en semejantes términos.
Otros malos imitadores de las relaciones sociales cachacas ponen en boca de sus personajes expresiones como "¡Hola, pisco!"
O, en el menos malo de los casos, "¿Qué hay, chino?"
Es evidente que se trata de maneras un poco menos jurásicas que el "chinazo", pero suficientemente viejas como para saber que pertenecen a los tiempos del bus trole y no del Transmilenio.
Para que ciertos humoristas de radio se enteren, lo que está en boga en la capital desde hace años es un saludo bastante distinto que dice así:
"¿Qui'hubo, marica?"
Contra lo que pudieran pensar los filólogos de ocasión, el adjetivo en ningún caso alude a la condición sexual del saludado; es, simplemente, una manera cordial de decir "buenos días". La palabra "marica" ha pasado a adquirir en Bogotá un tono amable y de confianza que se escapa a todos los diccionarios. El de la Real Academia lo aplica a homosexuales y afeminados; el de María Moliner, cuya tercera edición aún no cumple un año y cuesta un ojo de la cara, se atreve a apartarse de la semántica gay, pero afirma que "se emplea como insulto".
No es verdad. Por el contrario, a menudo se usa como cariñoso apelativo entre amigos. Entre amigos heterosexuales, aclaro. Tan cariñoso será, que ni siquiera las mujeres están exentas de este tratamiento. Conozco la historia de un joven cachaco que se le declaró a la novia de la siguiente romántica manera:
"Estoy tragadísimo de usté, marica..."
Que los académicos españoles no entiendan el uso del "marica" bogotano es explicable. Pero ¿cómo puede ser que no lo capten los diccionarios de Colombia? El del laborioso Instituto Caro y Cuervo lo registra como sinónimo de "maricón", "mariposón" y "volteado". No. No es eso. Aun el Breve diccionario de colombianismos de la noble y sabia Academia Colombiana lo omite, como si no hubiera nada que comentar sobre su empleo.
Por fortuna, un gurú del Caro y Cuervo se encarga de comentar, por primera vez, que corresponde a "un saludo fraternal, de amigos, de compañeros o simplemente de conocidos". Así lo observa el profesor César Armando Navarrete en "Vigía del idioma", valiosa y oportuna publicación de la noble y sabia Academia Colombiana. "¿Obedecerá a un cambio semántico del término marica? -se pregunta el doctor Navarrete-. ¿Acaso así se expresa con suavidad y decoro el aprecio o el afecto al otro?"
Las respuestas, querido profe, son sí y sí. Sí: el uso actual de la palabra "marica" obedece a un cambio semántico y, sí, se expresa por afecto al otro. Sé bien, pues leí varias veces su nota, que a usted le parece injustificable semejante tratamiento por considerarlo empobrecedor y hasta sospechoso. Pero así son los caprichos de la lengua, qué le vamos a hacer. En México los jóvenes no dicen "¿Qui'hubo, marica?" sino "¿Qué pasa, buey (o güey)?". No se refieren, sin embargo, al "macho vacuno castrado" que describe el diccionario. Sino a un cuate cualquiera, a un "marica" perfectamente normal, como usted -sin ofender− o como yo.
Es inútil censurar a los muchachos por eso. No son mucho mejores el pendejísimo "chinazo" ni el zoológico "pisco" que el "marica" carente de carga sexual. En cambio, apoyo la moción que aporta su nota en "Vigía del idioma", donde propone que la Real Academia agregue una nueva acepción al vocablo de marras: "Saludo efusivo de los estudiantes del interior de Colombia".
Lo único que me inquieta es que todavía hay quien no entiende el uso cordial del término y espeta a quienes lo defraudan un amenazante "¡Te rompo la cara, marica!"
De todos modos, salta a la vista que, desde el Palacio Presidencial hasta Andrés Carne de Res, este término ha modifi cado sustancialmente su sentido. Y finalizo aquí, antes de que los lectores más amables me digan:
"¡Acabe ya la vaina, marica!"
Por Daniel Samper Pizano
cambalache@mail.ddnet.es
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